Los pájaros





 

La sombra de un escritor o la prehistoria de un abuelo, el espacio exterior o los bajos fondos de una piscina, las siniestras posibilidades de la compota o el apocalípsis casi secreto de un cuento bajo la lluvia. San Francisco o la Patagonia, el hallazgo de un tesoro o los extravíos del amor son –apenas– algunos de los personajes y lugares y situaciones y síntomas que aletean en las páginas de Los pájaros. Relatos que siempre se inician con la engañosa calma de quien se sabe dueño de una buena historia y que se tomará su tiempo para contar todas y cada una de sus plumas, para así disfrutar de la sorpresa del lector cuando los acontecimientos se precipiten y no quede más que rendirse ante el vuelo de una nueva y eficaz forma de narrar. (Rodrigo Fresán)




SOBRE LOS PAJAROS

Eduardo Berti

Sorpresas del cuento

    Por Arturo García Ramos

 (Comentario sobre la reedición en España de "Los pájaros", diario ABC, Madrid, agosto de 2003)

    «He notado con frecuencia que un relato extraordinario es capaz de despistar a quien lo escucha», se lee en el cuento que da título a este volumen de doce relatos, Los pájaros. Como ninguna otra forma literaria, el cuento recurre a la sorpresa hasta hacer que lo que en principio es insólito acabe convirtiéndose en habitual, en lugar común. En el cuento la excepción es la norma. Berti anota inconsciente o conscientemente uno de los recursos que reitera en su primer libro de ficción: buscar el quiebro en el argumento o confundir al lector con un sesgo en la historia, de forma tal que el relato se convierte en una misteriosa narración de significado ambiguo o impreciso pero que, en todo caso, sugiere una explicación más allá de lo escrito que nos corresponde completar a los que lo leemos.

    La sorpresa tiene las más variadas formas en la serie de relatos que componen el libro: se sorprende al lector con los giros que va adoptando la trama («Preguntas y respuestas»), mediante la ausencia de toda explicación en torno al misterio que encubre la biografía de un personaje («Esquirlas de Ataminsky») o por la insólita explicación del desenlace («El definitivo Benincasa»); sugiriendo una explicación insólita de los hechos («Hugh Williams») o acumulando los acontecimientos extraordinarios, casi surrealistas («Los pájaros»).

El meollo del relato

    La variedad de fórmulas narrativas que Eduardo Berti propone es uno de los principales aciertos de este narrador que en el «Epílogo» se reconoce afín a cierta tendencia de la literatura argentina responsable de desarrollar el cuento de horror y cuyo modelo explícito vendría a ser el relato «La gallina degollada» del decaloguista Horacio Quiroga. Lo admitiremos con tal de no restringir la capacidad de este narrador para ensayar los más variados registros, porque junto a la sorpresa, Berti narra aprovechando el recurso de ocultar al lector datos sobre el desarrollo de la historia, aspectos que en ocasiones podrían constituir el meollo mismo del relato y que lo someten al equilibrio narrativo de transitar entre la narración que trata de crear un ambiente o el cuento que traba un argumento. Esos silencios constituyen uno de los aspectos más relevantes y eficaces de su estilo; habría que añadir la sutil ironía o el humor que recorren muchas de sus narraciones, la tendencia a complicar la trama o la aparente espontaneidad del tono. Firme y seguro ya en su primer libro, Berti es un narrador del que cabe esperar que nos siga sorprendiendo.